¿Hay insultos elegantes? Claro. ¿Incluso que quien te oiga se tome tus palabras como un elogio? Incluso. Y es que el castellano se adorna con preciosas injurias que nos sirven para vituperar con estilazo. Mari Tilde sabe mucho del asunto, apreciados torrezneros, y aquí viene para ilustrarnos.
