Ay, Mari Tilde, tengo una Crisis TREMENDA. Antes me encantaba juntarme con mis amigas para «criticar» a todo quisqui, quedábamos a tomar el Te y me lo pasaba bomba con el salseo. Pero ya no me rio de las críticas, aunque «te juro» que no puedo parar de hacerlas… Y no se sí dejar esos aburridos y tóxicos tes, pero es que sí no voy ¡me CRITICARÁN a Mi!
Marichís Mosa
Marichís, hija, qué malo es criticar. Por eso no me extraña que estés en crisis: tanto chismorreo está volviéndote amarga como el té… Además, no sé si será culpa de tanto critiqueo, pero se te ve muy perdida con la diacrisis. Me explico.
La RAE no ha aceptado esta palabra, que sí está en el DUE, el Diccionario de uso del español de María Moliner. La diacrisis es un recurso que usamos para distinguir unos elementos de otros dentro de un texto. Unas veces lo utilizamos para resaltar una palabra o toda una oración; otras simplemente para diferenciarlas de las que se escriben igual pero significan otra cosa.
Por ejemplo, las mayúsculas tienen ese valor diacrítico que sirve para resaltar algo que nos parece importante. Tu crisis lo será, no me cabe duda, pero eso no es motivo para que escribas en caja alta «ENORME» y «CRITICARÁN». Y lo mismo opino de esos «Te» y «Mi» que anotas con esa inapropiada capitular inicial. ¿Que puedes hacerlo? Claro, dramática Marichís, pero déjame que critique ese exceso de diacrítica porque queda feo, pomposo y exagerado.
El subrayado y las negritas también son diacrisis. Pero, ojito, porque han de tener su lógica… y su mesura. No puedes usarlas al tuntún, sino con el objetivo de que el mensaje que destacas sea importante y se capte fácilmente. Si subrayas «quedábamos» y «me río de las críticas», no nos estás señalando que ya no te divierte criticar, sino lo contrario. ¿Era esa tu intención? Me apuesto mi pichi favorito a que no. Por eso hay que subrayar poco y con absoluta precisión.
Las comillas y las cursivas nos sirven para destacar tres cosas: por un lado, que lo que van a leer es algo textualmente dicho o escrito por otra persona que no es la autora, y a quien hay que citar siempre. Por otro, que estamos introduciendo el título de una obra, ya sea un cuadro, un libro, un disco… Y, además, que lo que escribimos tiene un valor especial o un doble sentido. Si aplicas esa diacrítica a criticar y a te juro, le añades alguna de estas características que en realidad no tienen, criticable Marichís.
La tilde actúa como otro importante elemento diacrítico que, en muchos casos, es diariamente criticado. Tenemos el caso del traído y llevado acento gráfico de sólo con valor de solamente. Pero no es el único; y se nota que no los conoces porque usas el sí afirmativo, y por tanto con tilde, para construir oraciones condicionales en las que si no la lleva: No sé si dejar esos aburridos y tóxicos tés porque si no voy… ¿Otro sí con tilde? El pronombre reflexivo que leemos en Siempre critica a los demás, pero hace crítica de sí misma.
Por cierto, Marichís, bonita, que te pasa lo mismo con otras palabras que se distinguen entre sí solo por el acento visual: la infusión té y el pronombre te de, por ejemplo, No te aguanto. Y necesitamos la diacrisis también en:
- Rio, la tercera persona del singular del pretérito perfecto del verbo reír, que no lleva tilde por mucho que parezca que sí (Ella se rio en mi cara). Y no la lleva porque sí recibe esa tilde diferenciadora la primera persona del singular del verbo reír: Chica, yo ya me río de todo. Y también río, el Guadalquivir, por ejemplo.
- Sé, la primera persona del verbo saber, como la socrática frase Solo sé que no sé nada; y el pronombre se que leemos en Se nota que no sabes lo que yo sé, en Se gustan mucho y en ¡Se acabó hablar mal de la gente!
- El pronombre mí, que se acentúa, al contrario que el adjetivo posesivo mi: Mi amiga nunca dice nada bueno de mí, solo de sí misma.
- Y unos cuantos más, como dé, del verbo dar, y la preposición de; el pronombre él y el artículo el de El amigo preguntó por él; otro pronombre, tú, y el adjetivo posesivo tu: ¡Tu cuarto lo recoges tú!, etc.
En fin, Marichís, que si criticar te harta, deja de hacerlo. Y si tus amigas te critican por ello, a lo mejor es que no son tan amigas como tú crees. Entonces, ¿qué haces perdiendo las tardes con ellas? Menos criticar y más dedicar el tiempo a ti (que, como ves, nunca necesita la tilde) para estudiar la diacrisis, que esta sí te va a ayudar en los momentos difíciles.