Actualizado en junio de 2022
Quiero ser diseñador gráfico
A menudo veo aficionados al dibujo que oyen hablar del diseño gráfico y se interesan en el sector. Suele ser porque el término implica sugerentes connotaciones: un halo de “artista creativo” pero con el matiz de “técnico de alto rango y cualificación”. A mí también me pasó eso, hace una pila de años. Voy a detallar lo que no me contaron entonces a mí.
¿Qué hay de cierto en ello, y qué supone realmente serlo?
Para empezar, hay que definir desde qué punto de vista se habla de diseñador gráfico. El diseño gráfico es un tema tan amplio que la definición es doble:
En primer lugar, se puede considerar al diseñador como concepto: el que concibe el diseño, es decir, el que tiene la idea visual. El que “ve” la imagen o el logo que aún no existen, tanto si es la misma persona que luego la creará como si es quien la encarga.
Para poder ser eso, se necesita todo lo que puede abarcar una gran formación en comunicación visual, incluyendo cosas como teoría de la composición, la proporción y la forma, teoría de la percepción del color, conocimiento profundo de la tipografía, teoría de la signalética, el equilibrio y contraste de masas, la legibilidad, la percepción inconsciente, la gestalt, el espacio negativo, etc.
Por otra parte, y por extensión de lo anterior, también es necesaria mucha mucha cultura, mucha historia del arte y de la comunicación: desde Altamira y Lascaux, pasando por Mesopotamia, antigua Grecia, Egipto, Roma, el arte medieval europeo y chino, hasta el Barroco, Impresionismo, Cubismo, la Bauhaus, el Pop-art o el Minimalismo, pero sin dejar de conocer con igual profundidad la iconografía africana, el grafismo soviético y el arte de los mexicas.
Todo esto es un resumen de la formación “de fondo” de un diseñador gráfico.
En segundo lugar, se puede considerar al diseñador como oficio: el que lleva adelante el trabajo físico de diseñar. Es decir, diseñar como sinónimo de componer o construir. Eso se asemeja a la genial consideración, que tienen muchos diseñadores profesionales, del diseño como “cocina”, como obrador o taller de producción.
Para poder ser eso, se necesita dominar todo lo que puede incluirse en el apartado de “herramientas del diseño”, lo que antes incluía los lápices, carboncillos, sanguinas, pasteles, tinta china, acuarelas y anilinas, témperas o gouaches, óleos, acrílicos, rotuladores, aerógrafo, tramas adhesivas, letras transferibles, acetatos, sprays enmascaradores… y ahora incluye por supuesto el dominio de los equipos y programas informáticos necesarios (Photoshop, Illustrator, InDesign, After effects). Y, aunque a veces se olvida y casi siempre se obvia, conviene saber dibujar.
Todo esto como resumen de la formación “técnica” del diseño gráfico.
Una discusión eterna e inacabable suele surgir sobre esto porque unos consideran solo lo primero y otros solo lo segundo. Desde mi punto de vista, un buen diseñador puede incluir perfectamente ambas cosas, aunque también puede especializarse únicamente en una de ellas (el que suscribe intenta modestamente incluir las dos).
No obstante, leyendo esto podrá pensarse que alguien así, que conozca y domine todo lo dicho, es impensable, y que pretenderlo es poco realista. Eso es cierto, si lo que pretendemos es ser diseñadores gráficos con un cursillo de 60 horas, o incluso de 100. Esa pretensión es la que no es realista.
Para ser diseñador gráfico el asunto tiene que gustarnos mucho, pero mucho, porque uno se dedica a ello durante años, formándose con decenas de cursos de todo lo relacionado, o también con estudios reglados (universitarios o no) de varios años, y leyendo y mirando y observando… Y además, y sobre todo, asistiendo y participando en cuantas manifestaciones públicas o privadas sobre el tema puedan encontrarse, como exposiciones, conferencias, charlas, actos, jornadas de puertas abiertas, concursos (ojo, que hay algunos muy ladinos), etc., es decir, viviendo el diseño y el arte, empapándonos de él.
Y sin olvidar ni un momento algunas ideas-clave: que los conceptos gráficos pueden cambiar, que hay que relativizar; que más que almacenar hay que comprender; que no hay dogmas sino indicaciones preferentes; que nunca se sabe todo y que, cuanto más aprendamos, más ancho es el horizonte de lo que desconocemos.
Si durante algunos años hacemos todo esto y además tenemos la suerte de ejercer poco a poco en el sector, con lo que nos enriquecemos simultáneamente con la experiencia, entonces… un día nos levantaremos de la cama y seremos diseñadores gráficos.
Así, nuestros certificados de formación lo declararán de jure, pero además lo seremos de facto. ¿Por qué aprendemos diseño gráfico?
A quienes les guste y así lo pretendan, ¡bienvenidos!
Curso de Diseño gráfico
Curso de Maquetación digital
Curso de Edición de vídeo
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