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Soluciones inclusivas de diseño y tipografía

El Libro rojo de Cálamo y Cran

En esta ocasión traigo un asunto de actualidad que afecta al diseño gráfico dentro del campo de la composición tipográfica y que me ha surgido tras algunas conversaciones con filólogos y correctores de varia índole.

Sabemos que utilizar un lenguaje inclusivo no consiste per se en retorcer el lenguaje, inventar soluciones estrambóticas ni recargar nuestras frases mentando a las múltiples opciones del momento.

No obstante, quiero hacer notar esa manía sobreactuada que aparece, especialmente en política, con la ampliación de las denominaciones de género (¡mi enhorabuena!). Esto nos ha arrojado a un pequeño batiburrillo de modos de expresión para aludir a estos y aquellos y estas y aquellas, a unos/as y otr@s, y a ellXs y elles, y que para cumplir lealmente con la consideración que queremos para todo/as, tod@s y todes, pues vemos a much@s voluntariosos/as peleando con las limitaciones tanto del lenguaje como de la ortotipografía.

No sé vosotros/asX@es, pero el recurso de cierta cantidad de portavoces y oradores consistente en poner a todos y todas, niños y niñas, colectivos y colectivas, aeropuertos y aeropuertas a desdoblar los dos géneros tradicionales seguidos en todas las alusiones, alargando interminablemente todas las frases, creo que no es la mejor idea.

La cosa es que para el lenguaje oral no se me ocurre de momento ninguna solución sencilla (que tampoco lo descarto), pero para el escrito vamos a considerar varios intentos de resolver este potaje y que no sean un monstruo tipográfico.

Solución inclusiva 1: la arroba

Para empezar, algunos escritores y pensadores del lenguaje, como J. J. Millás, han ofrecido sus reflexiones considerando la arroba (@), que ya se viene usando a veces, como ingeniosa solución y defendiendo las ventajas de su uso:

querid@s amig@s

Es verdad que hace la función de compactar la expresión y agrupar géneros, y es un honesto y voluntarioso arreglo, porque da el aspecto de unir una A y una O en un solo carácter.

Aun así, la arroba (al menos con el diseño tipográfico actual) tiene un tamaño aparente mayor que las minúsculas, y resulta un poco invasiva. Si debe aparecer varias veces, termina añadiendo mucho ruido y desarreglando la linealidad del texto, igual que cuando se ponen muchas siglas en mayúsculas. Por esto y otras consideraciones estéticas y de tradición ortográfica no termina de encajar del todo.

Solución inclusiva 2: el asterisco

El segundo intento es también algo utilizado, pero es bastante más arriesgado: el socorrido asterisco (*). Este trata de hacer el papel de comodín, en la misma línea que la arroba, aunque con un aspecto más abstracto que ella. Su uso daría lugar a algo así:

querid*s amig*s

Como se puede ver, tiene varios inconvenientes serios: por una parte, en realidad es un tachón y, por tanto, ensucia un poco el texto. Si aparece varias veces, lo ensucia bastante. Por otra, el asterisco nominal es un carácter volado, como un superíndice, por lo que rompe la linealidad del texto, lo desordena y queda una línea muy bailona. De modo que el resultado es un poco feo. No niego que sea práctico; es lógico y es práctico, pero es feo.

Solución inclusiva 3: un dígrafo

Abriendo un poco las posibilidades, otra sería colocar un dígrafo con ligadura. Con esa expresión tan técnica hablo de cosas como el viejo carácter Æ.

Este curioso artefacto, originario del latín y conocido como aesc, es una combinación compacta de dos letras que forman un carácter distinto para usos concretos en muchos idiomas actuales, como noruego, danés e islandés. Sucede lo mismo con la palabra ET, cuya compactación dio lugar al carácter &, conocido como et o ampersand y muy usado en inglés. Por tanto, una solución para este asunto podría ser algo en esta línea:

queridæs amigæs

Ya sé que parece marciano, pero recuerdo que es un carácter del latín (lengua madre de todos los idiomas romances como el nuestro) y que, por tanto, no carece de sentido. Si se creara algo equivalente como una combinación dígrafa de la A y la O, igual podría ser un buen arreglo.

Como pega, es obvio que sería un carácter algo complejo de aplicar, pues de momento Æ no está en el teclado común, y la hipotética ligadura de A y O ni siquiera existe. Aun suponiendo su aceptación (mucho suponer), implica actualizar programas, sistemas, aplicaciones, archivos de fuentes…

Solución 4: el punto

Continuando con las alternativas, hay intentos honorables de simplificar la escritura de estas expresiones, consistentes, por ejemplo, en poner en el lugar clave el carácter más sencillo, el punto, quedando algo así:

querid.s amig.s

Esto incluiría todos los géneros y posibles variantes en un solo carácter simple. No está mal, solo que es una solución parcial, de compromiso: cierto que simplifica bastante este pedregoso asunto, pero ocurre que el pobre punto, aparte del final de frase, tiene demasiados usos ya por sí mismo en todas las abreviaturas habituales.

Así que usar el punto también para esto podría ser un poco reiterativo. Creo que sería pedirle demasiadas funciones, abusar demasiado de un carácter tan necesario.

Solución 5: el punto geminado

Finalmente, para que esto no sea solo un recopilatorio, va mi propuesta concreta: resulta que la escritura en catalán incluye un carácter o glifo (o pictograma o grafema, vamos, lo que sea) que puede ser muy interesante para este asunto: el punto geminado.

Para los profanos, se trata de un glifo que tanto en Mallorca como en Tarragona conocen muy bien, pues está incluido en su ortografía desde 1913 a propuesta de Antoni Maria Alcover (regla n.º 7 de las Normes ortogràfiques del Institut d’Estudis Catalans), aunque ya se usaba en Baleares incluso en el siglo xix, como nos informa la Wikipedia.

En catalán este carácter tiene muchos nombres: lo llaman punto geminado, punto medio y punto volado (punt volat). Se utiliza para señalar una división de sonidos en casos como pel·licula o col·lectiu (colectivo), en los que L·L se separa en dos sílabas para diferenciarlo del sonido de la LL que forma una sola, como en agulla (aguja).

Obviamente, este uso concreto no tiene nada que ver con el género. No obstante, ya hay muchos glifos que significan cosas distintas en distintos idiomas: ejemplos como la ẞ, que en alemán es una S larga (la eszett) y, sin embargo, es casi idéntica a la β griega (la beta), o la Р en cirílico (la er con sonido de R) que tiene el mismo glifo que la P (la pe) española.

Por tanto, en lugar de todos los variados caracteres de inclusión genérica que embarran un poco el texto, que si no han conseguido un consenso hasta ahora es porque no terminan de sentar bien… ¿y si probamos a usar el punto geminado, como calco tipográfico, a modo de carácter comodín para reflejar el género genérico (género genérico, curiosa expresión que tiene un ritmillo gracioso)? En tal uso, podría dar lugar a algo así:

querid·s amig·s

Pues… resulta que su propia sutileza, comparada con el recargado ruido de barras, arrobas, desdoblamientos y otros aparatosos artificios, hace que quede bastante más sobrio y más comprensible.

Yo diría que, de todos estos intentos, es uno de los más elegantes, muy limpio, estéticamente agradable, discreto y probablemente cualquiera pueda entenderlo y asimilarlo con poca dificultad. Además, creo que es relativamente cómodo y resulta intuitivo.

Considero, sin duda, que los catalanoparlantes estarían dispuestos a prestarnos este glifo o pictograma tan interesante de su bella lengua, que en estas circunstancias de jaleo tipográfico puede ser una solución ingeniosa y útil. Lo de cómodo va porque es fácilmente aplicable, ya que, como todos ellos saben, en los teclados españoles este glifo se encuentra normalmente en la tecla 3 del bloque alfabético.

Claro, para ser honestos, hay que decir esto también: habría un inconveniente concreto, a mi modo de ver, y es que ese ingenioso grafismo de momento no se podría pronunciar. Si está escrito en un texto que deba leerse en voz alta (un guion, un libreto teatral, un teleprónter o un karaoke), no tiene sonido asociado, lo que resulta un pequeño problema. Pero es pequeño porque en realidad su uso escrito, por ejemplo, en «amig·s», sería una especie de nueva abreviatura de «amigos y amigas». Ninguna abreviatura ni símbolo se pronuncia literalmente, ni Sres. ni kW.

Por otra parte, si se quisiera pronunciar en el texto hablado, se podría inventar un sonido ex profeso, pero entonces ese sonido daría lugar a una letra (o un dígrafo, dos caracteres con un sonido propio) y lo suyo sería escribir la letra.

Vamos, que la cosa no es tan fácil, como ya sabíamos. Pero, aun así, no dejo de sentir una cierta simpatía por este pequeño glifo y por sus posibilidades.

Dejo la consideración de sugerencias al tema a disposición del respetable, el usuario de la lengua, que al final siempre debe tener la última palabra. La Real Academia Española (RAE) no decide nada, su función es y debe ser meramente notarial. Siempre podemos pedirle consejo, pero quien decide es el hablante, la persona que usa la lengua para comprar el pan.

En definitiva, animo a todo el mundo a utilizar un lenguaje inclusivo elegante, que no sea forzado ni en el que quien escriba tenga que obligarse a la pirueta ortotipográfica. Cuando se es consciente de la diversidad del público, las opciones se multiplican y más con una lengua tan rica en matices como la nuestra. Tener el detalle de reflejar la diversidad en el discurso hace que la comunicación llegue más lejos, sea más efectiva y, por tanto, el mensaje cale más. Si no te lo crees, te lo contamos aquí. 

Como cierre, incluyo aquí un meme bien listo que me pasó un amigo y viene a cuento. Se ríe de los tropezones expresivos que a veces nos ponemos a lo bobo sin ver el camino limpio más obvio.

 

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Fernando J. Salgado

Fernando J. Salgado

Profesor de Diseño gráfico Diseñador gráfico, maquetador e ilustrador artístico, historietista y rotulista. Hace más de una década que forma parte del equipo de Cálamo y Cran.

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