Por la brevedad: operación bikini en los textos

El Libro rojo de Cálamo y Cran

Consejos para escribir mejor: la brevedad

Hay que reducir, escribir ligero, ser breve. Así tus textos gustarán más y a más lectores. Y es que nadie se lee tochos llenos de cháchara irrelevante con grandes introducciones y oraciones largas y confusas.

Hagámoslo ya: dieta de palabras. Veamos…

  • Nada de picoteo: planifica tus menús. No empieces a escribir hasta que no tengas las ideas claras. De lo contrario, divagarás, echarás mano de planteamientos generales o de tópicos y empezarás tu texto con información ya conocida… Un tostón. Para evitarlo, antes de comenzar a escribir decide qué quieres contar. Esto no se resuelve con un «voy a escribir sobre las bebidas refrescantes», ya que esta idea es tan general que acabarás hablando de esto y de lo otro. No. Centra tu idea lo máximo posible. Por ejemplo: «La cerveza más refrescante tiene poca graduación y es algo amarga». Como ves, este enunciado tiene sujeto, verbos y complementos. Eso hace que aporte una información precisa, que es la que atrae a los lectores.  Pues bien: sigue escribiendo tu texto desde lo concreto y desarrolla la idea que has decidido transmitir, solo esa, no todas las que se te ocurran mientras redactas.
  • Adiós a las comilonas. Los empachos de palabras sientan mal a cualquiera. Por eso, evita las oraciones largas, esas que enlazan un enunciado con otro por medio de la conjunción «y», del relativo «que» y «el cual» y de gerundios mal usados. Para aligerar los textos existen dos trucos: ordenar la oración (primero el sujeto y después el verbo y los complementos) y poner un punto cada vez que termina un enunciado con significado completo. Así, en lugar de escribir…

Anoche fuimos a casa de María que, junto con una preciosa decoración de la mesa exhibiendo una vajilla que compró en Túnez y un original menú multiétnico, nos deleitó con unas cervezas gastronómicas creadas por Ferrán Adriá para acompañar las comidas, las cuales todos disfrutamos.*

… Es preferible que ordenes y puntúes bien la información. Mira cuánto se reduce:

Fuimos a casa de María a cenar. Nos sirvió un original menú multiétnico en una vajilla que había comprado en Túnez. Todos disfrutamos con las cervezas gastronómicas de Ferrán Adriá creadas para acompañar las comidas.

También se digieren mal, por latosas, las enumeraciones con muchos elementos –tres son más que suficientes; cuatro como tope– y poner excesivos ejemplos –a menudo basta con uno: la gente es lista y, si lo explicas bien, lo pilla a la primera.

  • Huye de las grasas trans de los textos, tan difíciles de metabolizar que obstruyen el interés de quien nos lee.  ¿Y cuáles son? Las oraciones subordinadas: esas que encadenan enunciados e incisos y que parecen no acabar nunca. Anquilosan la escritura. Observa:

Debido a que hacía demasiado calor en el local nuevo, hasta los topes de gente cuando llegamos para picar algo, no para cenar, y que no servían la cerveza que a mí me gusta, Paqui Brown, nos fuimos a una terraza cercana fresquita y muy animada.*

Como ves, empezar la redacción con una subordinada es liarla: como pasa con otros traspiés de la vida, una subordinada te lleva a otra y luego a otra… y cuando quieres darte cuenta para la oración principal, la importante, solo te queda un pequeño sitio al final. De nuevo poner orden y administrar bien la puntuación, además de agrupar las ideas relacionadas, resuelve el problema.

Al final fuimos a picar algo a una terraza fresquita y muy animada porque en el local nuevo hacía demasiado calor y había mucha gente. Además, no servían la cerveza que a mí me gusta, Paqui Bronw.

  • Di no a los tóxicos: los archisílabos –«problemática» o «influenciar» en lugar de «problema» e «influir»–, los pleonasmos –«subir arribar», «helado de frío»– y los binomios manidos –«merecidas vacaciones», «calor de justicia»–. Contaminan nuestra lengua y vulgarizan los textos.
  • No te sirvas más de lo necesario. Para hacer los textos más ligeros dosifica todo lo que es largo, como los adverbios terminados en mente y los gerundios. Raciona las dobles negaciones porque son liosas –«no es incorrecto»*, «quiero evitar que no vengas»*– y descarta los circunloquios, esos rodeos que damos al decir algo: «Voy a intentar hacerme el propósito de beber menos cerveza»* en lugar de «voy a beber menos cerveza». La última versión es clara, precisa y asertiva. Mejor.
  • Elimina la guarnición. Escribe solo lo que de verdad es interesante e importante, no todo lo que se te ocurra. Para eso, debes pensar siempre en tu lector y empeñarte en que le atraiga lo que cuentas. ¿Crees que alguien se va a tomar la molestia de leer algo que es de puro sentido común? Ideas como «Pocas cosas son tan refrescantes como una cerveza bien fría» o «con la llegada del verano nos apetece más tomar bebidas frescas» no son las mejores para incluir en un texto, y menos para empezarlo. Mucho mejor es contar algo que el lector no sepa. Por ejemplo: «Las cervezas de trigo son perfectas para el verano, ya que tienen poco alcohol y cierta acidez frutal». Y luego sigues contando novedades sobre esta idea. Así de simple.

Como en toda dieta, para escribir ligero basta con crear nuevos hábitos, y eso lleva cierto tiempo. Pero no desistas y acostúmbrate a leerte después de escribir, con la intención de reducir tu texto. No lo dudes: tachar es el mejor fitness verbal.

 

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