La incoherente inconsolable

El Libro rojo de Cálamo y Cran

Palabras que designan una cosa y la contraria

Apreciada Mari Tilde:

Soy muy contradictoria, la huésped de la incoherencia, una monstrua de la incongruencia. Tengo clase a diario, y me encanta, pero antes de empezarla huiría muy lejos. Amo a mi pareja sin embargo, mira tú qué gracia, la sanciono ante cualquier nimiedad y le suelto cada perlita…  Me gusta cómo soy y a la vez me detesto. Esta inconsistencia mía me enerva, literalmente me mata y no encuentro consuelo. ¿Qué puedo hacer?

Pepa Radoja

Ay, Pepa, Pepa… Todo lo humano es contradictorio ya que está sometido a los vaivenes de la emoción. Está bien que quieras mantener cierta coherencia, pero no te agobies ante tus propios contrasentidos: forman parte de la vida. Y también de la ortografía, no creas (o sea, créeme).

Fíjate que hasta la lengua refleja esa contradicción interna de los seres humanos. Ocurre un fenómeno curioso, la enantiosemia, por el cual una palabra significa una cosa… ¡y exactamente la contraria! ¿No es encantador, disparatada Pepa? Y es que enantios en griego clásico significa contrario. Nombre que me recuerda al Enantyum con el que alivio mis jaquecas por forzar tanto la vista en mi biblioteca…

También se llama autoantónimos a estos términos, y no porque circulen al volante por los textos sino porque son antónimos de sí mismos, o sea, designan una cosa y su contraria. La cuestión me tiene empepitada, Pepa. Y fíjate, si será bonito este rasgo, que hasta se ha convertido en la figura retórica antífrasis. Con ella asignamos a algo o a alguien la cualidad que justamente no posee, como hacemos cuando llamamos cariñosamente campeón a alguien torpe o calificamos de tonto a nuestro ingenioso amorcito.

Y es que, atormentada Pepa, escribes «mira tú qué gracia» y «le suelto cada perlita» para referirte a precisamente lo opuesto: la falta de gracia de la cuestión y las cosas tan horrorosas que le dices a tu pareja. Eso es autoantonimia. Como ves, tiene su retintín ese juego, es un eufemismo… cuando no una ironía. ¿A que no sabías que los griegos clásicos llamaban dulcecito al vinagre? O sea, despiporrada Pepa, que la aparente incoherencia humana viene de muy lejos.

Me cuentas que eres «la monstrua de la incoherencia, una bestia de la incongruencia». Muy bien, lo he entendido. Pero no me negarás que huésped es tanto quien aloja como quien es alojado y que monstrua designa, sí, a un ser terrible pero también a una superexperta en algo: yo soy una monstrua de los buenos consejos, por ejemplo. ¿Algún problema por esa gran contradicción de los términos? Ninguno: el contexto nos ayuda a entender el significado.

Vamos con ese «tengo clase a diario» tuyo, una enantiosemiaza como la copa de un pino. En este caso no sabemos bien si recibes la clase o si la das, ya que tener clase significa ambas cosas, además de ser estilosa. Reconoce que más precisión habría sido bienvenida porque el contexto no ayuda a entender si eres la profe o la alumna. Y es que los verbos generales, cómodos comodines, se utilizan tanto que al final sirven para muy poco.

Sancionar y nimiedad, que usas en tu carta, también son autoantónimos. Una sanción es, aunque pocos lo sepan, una autorización; pero además es un castigo, y yo creo que en tu caso ambos significados sirven. Te imagino, Pepa torturada, repartiendo normas y sanciones a quien, espero, te quiere con el alma.

Y nimiedad, que se parece a mínimo y por tanto lo usamos para hablar de las pequeñeces, en realidad procede del término latino nimius que, contrariamente a lo que pueda parecer, significa exagerado. Igual sí que exageras tú un poquito con tanta sanción que quizás no viene a cuento. ¿No deberías centrarte más en lo bueno de tu churri y no en lo que te enerva?

Por cierto, enervar significa agitar, claro que sí. Y también lo opuesto. Puedes usarlo, y es más culto además, con el sentido de debilitar. No me extraña esta antífrasis: tras el subidón de los nervios llega el bajón del agotamiento.

¿Y qué decir, Pepa empapelada, del novísimo autoantónimo «literalmente» con el que concluyes tu consulta? Pues que, aunque me pese, significa tanto en sentido literal como en sentido figurado. Y es que se nos rompió su sentido original de tanto usarlo, y la Real Academia Española ha acabado por aceptar ambos significados. Reconozco que al principio me molestó, pero ya no. Son cosas de la siempre cambiante lengua.

En resumen, aturdida Pepa, está bien que corrijas tus errores pero no te fustigues por ellos. ¿Quién no los tiene? Ante tus despropósitos, siempre puedes pedir disculpas, compensar, explicarte, rectificar, etc.  Lo que no debes hacer, y veo que ahí te mantienes firme, es dejar de asistir a clase… sea lo que sea que hagas: recibirla o impartirla. El saber no ocupa lugar, Pepa. Literalmente.

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