La estanquera taquera: te insulto y no te enteras
Ay, Mari Tilde:
Tengo una pena que me consume… y que me tiene muy quemada. Resulta que regento un estanco, herencia de mi familia, pero el caso es que yo no soy fumadora. Es más, el tabaco y sus consumidores me dan un asco que me mata. Cuando les estoy atendiendo pienso: con lo malo que es fumar y aquí estás tú, gilipollas, dejándote la paga en mierdas cancerígenas. Total, que me enciendo, acabo malhablando e insulto a mis clientes. Y, claro, temo extinguir mi negocio si sigo así. Menudo papel…
Susín Filtro
Susín, hija mía, vaya una herencia envenenada… En efecto, el tabaco mata; sin embargo debo recordarte que cada quien es libre de decidir cómo maltratar su cuerpo. Así que baja esos humos, querida torreznera.
Te enciendes, desfiltrada Susín, y lo entiendo. Pero no te dejes consumir por la indignación. Lo importante es no acumular cabreo sino ir soltándolo poco a poco muy sutilmente. Y para eso están esos insultos tan tan tan bonitos que casi parecen elogios.
Una bienvenida con un Buenos días, le veo hoy cierto aire de dompedro a ti te sirve para llamar donnadie a tu cliente y a él para sentirse importante. Porque no tendrá ni idea de que le estás insultando.
Entabla con tus compradores conversación y deja caer algún que otro donillero, estafermo, folodí que si bien parecen galantes adjetivos antiguos en realidad significan tramposo, atontado y entrometido respectivamente. Con cada insulto drenarás parte de esa rabia que te abrasa, y al final acabarás cogiendo el gusto a tratar con tu parroquia.
Sigue, alterada Susín, con estas cortinas de humo que confunden y despídete como lo haría un hidalgo: Pase un agradable día, buen galfarro; Goliardo, no cruce sin mirar que van como locos; Hasta la próxima, amigo lebrón. Nadie sabrá que galfarro es vago, que goliardo significa golfo ni que lebrón equivale a cobarde. Si añades una sonrisa a la pantomima, la mofa será doble… y tu desahogo también.
¿Necesitas más improperios? Un presumido es también un pisaverde, un figurín y un petimetre. A los bobos se les llama mamacallos, además de acémila (literalmente burra), botarate, cenutrio, cuadrúpedo, fuñique, gaznápiro, jumento… Quienes mienten, lían y traicionan son dignos de ser calificados como bellacos, camanduleros, faramallas, filibusteros y fulleros.
Huye del das asco y en su lugar cultiva entre carcajadas y miraditas pícaras un buen Ay, qué cegajoso está hoy o un Uy, le veo increíblemente gurrumiento. Y quizás te guste saber que un zurumbático es un pasmao, que un zolocho es un ignorante y que vanículo y tragavirotes equivalen a presuntuoso.
El ladrón es garduño; y el guarro, cegatoso y hediondo. Un ladilla es un aprovechado; un callacuece, el cotilla del grupo. Llama chafallón al chapucero, tolili al bobo y bultultrún al atolondrado y verás qué cara ponen de desconcierto.
Así, consumida Susín, te vas desahogando en pequeñas dosis. Y si a pesar de mis consejos te consideras incapaz de soportar ese vicio de tus clientes, siempre puedes vender en tu establecimiento pulseritas made in China, cerillas para prender peligrosas hogueras, agua envasada con microplásticos, frutos secos cargados de sal, banderas sintéticas y suvenires de dudoso gusto. Todo bastante insano también. Pero el caso es que el negocio no se extinga. Ni tu paciencia.