Consejos para escribir mejor: la ultracorrección
No hay día de la semana que más guste que el sábado; al menos hasta que recuerdo que mis tíos me van a encasquetar —otra vez— a mi primo pequeño. La última vez, abrí la puerta y el enano salió disparado a cazar a los gatos. Después de un buen rato tras ellos y de darse cuenta de que pasan de él tanto como yo de hacer la declaración trimestral del IVA, se desplomó exhausto en el sofá. A mí solo se me ocurrió preguntarle si le apetecía tomar algo hasta que fuera una hora prudencial para llevármelo al parque. «¿Tú aquí tienes colacado?», me dijo. «¿Colacado o colacao?», pregunté para ver si había sido un lapsus. «No sé, lo que tengas. En mi casa tomamos colacado». Yo me limité a preparárselo mientras pensaba en cómo podría explicarle a un niño de siete años que, en español, una palabra podía terminar perfectamente en ao, como era el caso de colacao y otros términos como cacao, bacalao, guao…, sin que estos se consideren vulgarismos o coloquialismos.
Este fenómeno —el de creer que un elemento de una expresión, una determinada pronunciación o una grafía concreta son incorrectas— se denomina ultracorrección y suele ser el resultado de un buen patinazo de un hablante en el idioma para demostrar que controla el español igual de bien que el Tinder.
Uno de los casos de ultracorrección más llamativos consiste en añadir una c extra en palabras terminadas en -ción. En español, únicamente se escriben con -cc- las palabras que albergan esta terminación y tienen en su familia alguna palabra con el grupo -ct-: acción (tiene acto), inspección (tiene inspector)… En el resto de los casos, lo adecuado es escribir una sola c: concreción (no existe concrecto), discreción (no existe discrecto)… Eso sí, también hay excepciones: cocción, confección, fricción, micción —aunque la combinación –ct– no esté presente en ninguno de sus parientes lingüísticos— y fláccido y flaccidez, aunque en estos dos últimos casos se prefieren las formas simplificadas flácido y flacidez, respectivamente.
Otro error habitual es escribir x en lugar de s cuando corresponde. Sería el caso del adjetivo espléndido, que pertenece a la misma familia léxica que esplendor y suele escribirse erróneamente expléndido, como pasa con otros tantos casos.
Por otro lado, también es incorrecto añadir o prescindir de una letra en una palabra, como sucede en Bilbado, marchados e íos, imperativo que se utilizaba en el español antiguo.
Pero la ultracorrección también se muestra en expresiones. Es el caso de disculpar la asistencia, que responde al cruce del verbo disculpar con sus formas correctas —excusar la asistencia y excusar la ausencia— y se usa con el significado de ‘pedir perdón por no haber asistido’. Algo parecido sucede con en loor de multitud, donde el correcto término olor —que aquí se usa en un sentido metafórico y equivale a ‘con fama o reputación’— fue sustituido por loor —más elegante—, que sí es correcto en construcciones en las que va seguido del sustantivo que expresa la persona o cosa a la que va dirigida la alabanza, no del sustantivo que la realiza: en loor del difunto o en loor a su ídolo, por ejemplo.
Al final, después de darle mil vueltas a las distintas ultracorrecciones y de que mi primo se bebiera el vaso, se acercó a mí para decirme que en mi casa tenía colacao y no colacado, porque el que él tomaba sabía diferente. «Ya veo que te has dado cuenta… ¿Y cuál te gusta más?», insistí. Él me respondió que el colacao era más dulce que el colacado. «Eso va a ser por la d, creo yo. La próxima vez pide colacao, sin la d», le respondí. Él se quedó satisfecho con la contestación y yo también, pues había conseguido que entendiera que el colacao era mucho mejor. Lo que no sé es si se quedará tan contento cuando descubra que le preparé un nesquik.
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