Consejos para escribir mejor: escribe solo lo interesante
«Un buen drama es como la vida pero sin las partes aburridas» aseguraba el maestro del suspense, y creo que lo mismo puede decirse de un buen texto profesional: hay que escribir solo lo interesante. Eso implica:
Empezar con algo fuerte
Redacta tu texto, termínalo y luego quita los dos primeros párrafos. Lo más seguro es que sean malos porque, sencillamente, estabas calentando motores. Divagabas, y un buen comienzo siempre va al grano. ¿Qué contar al principio de un texto? Sencillo: lo más importante, y eso suele ser la idea principal que deseas transmitir.
Si, por ejemplo, quieres hablar sobre lo sanas que son las manzanas y proponer ideas sobre cómo consumirlas, deberías llamar la atención de tus lectores empezando tu texto con una información del estilo “Existen más de 7.500 tipos de manzanas en el planeta, y todas están cargadas de vitaminas A y C”. Sin embargo, no debería estar en tu texto, y menos al principio, algo tan general como “La manzana, esa saludable fruta que está presente en todos los hogares, colegios, centros de ancianos y hospitales, puede consumirse cruda, en zumo, en compota, asada o en tartas, mueslis y macedonias. Además, está cargada de vitaminas”. La razón es que comenzar un texto con un contenido que emana del sentido común es comenzar mal.
¿Cuándo saltarse esta regla de usar la información más importante al empezar a escribir?
Cuando haya algo más interesante que lo más importante. Por ejemplo: “Dedica unos segundos a pensar en la abejas la próxima vez que te vayas a comer una manzana. Sin su dedicación, esta fruta jamás había madurado. Y es que un árbol medio llega a producir 750 manzanas. Para que eso sea posible, cada abeja debe polinizar 88 flores del árbol. Y eso que solo una de cada 25 flores acaba convertida en una crujiente fruta como esa que estás apunto de morder con escasa preocupación”.
Contar algo inesperado al comienzo o en el desarrollo de tu texto
Qué poco sugerente es eso de “a estas alturas no hace falta decir que…”, “como todo el mundo sabe…”. Si ya lo saben y no hace falta decirlo, ¿para qué lo cuentas tú? Búscate algo emocionante, divertido o nuevo. Una palabra recién creada, una pequeña historia, un chiste gracioso, una imagen chocante, una pregunta retórica o una cita de Hitchcock, por ejemplo. ¿Qué tal algo de este tipo? “La manzana es una fábrica de cianuro. Una vez dentro de tu estómago puede acabar convertida en veneno. Eso sí, para que esto suceda hace falta que te comas las semillas. Muchas y de golpe. Claro que, como es una fruta sedante, tal vez te tomes con tranquilidad terminar una comida de esa manera tan dramática”.
Introduce acción
O sea, usa verbos y sustantivos, que son los que crean historias (“Existen más de 7.500 tipos de manzanas en el planeta”, “La manzana es una fábrica de cianuro”, “Dedica unos segundos a pensar en la abejas”). Empieza y termina los párrafos con ellos y organízalos en oraciones breves. Pon solo los adjetivos imprescindibles y deja los adverbios para los amantes de la prosa florida.
Reserva algo bueno para el final
Este debería ser tan sorprendente que podrías intercambiarlo con el comienzo. Pongamos algo al estilo de “Los belgas son los mayores consumidores de manzanas de Europa: cada uno se come 390 unidades al año, es decir, 65 kilos. Eso significa que hay quien se toma más de una al día. Por el bien de la demografía europea, esperemos que no se tome también las semillas”.
Por cierto, ¿sabías que Hitchcock solo tenía un testículo? No, no es cierto: ese era Napoleón. Ah, bueno, y Adolf Hitler. Hum, ¿habrá alguna relación entre la falta de huevos y la necesidad de arrebatar a los demás las cosas por la fuerza?
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