Una desconocedora del falso laísmo
Mari Tilde, hija, que estoy hasta el moño postizo de tanto laísmo irritante como leo en todas partes. ¿A estas alturas todavía hay gente laísta? Mira el disparate que he encontrado en una entrevista: «Las hago reír para conquistarlas». Por no hablar de ese «yo la aconsejaba mucho» con el que me he topado esta mañana. ¿Y ese «la dejé marchar» de hace algunos días en una telenovela? Cuánta paciencia hay que tener con tanto palurdo, yo les encerraba hasta que se corrigieran.
Lala Errada
Para el carro, Lala, que estás muy pero que muy equivocada. Para empezar, un respeto por quienes tienen menos cultura porque la vida no les ha dado la oportunidad de aprender. Para continuar, cuidadín con considerar palurdeces las valiosísimas particularidades locales de nuestra lengua, eso sí que es de ignorantes. Y para terminar, antes de hablar debes informarte no sea que estés equivocada, que lo estás.
Mira, Lala, tus ejemplos de laísmo son tan falsos como el moño que te encasquetas en tu inconsistente cabeza. Seguro que ni sabías que existía eso, el falso laísmo, como también existen los falsos leísmos y loísmos.
Quizás sepas, aunque lo dudo porque me da que hablas de oído, que el laísmo consiste en utilizar el pronombre la, en lugar de le, como sustituto del complemento indirecto femenino:
*La dije que se le notaba el postizo
Lo correcto sería:
Le dije que se le notaba el postizo
La razón es que el complemento directo de decir es que se le notaba el postizo, pues es lo que dije. El indirecto es ella, ya que es sobre quien recae indirectamente la acción del verbo dije. O sea que de algún modo le afecta: es a quien se lo dije, no lo que dije.
Pero, falsamente enmoñada Lala, no todos los complementos indirectos se distinguen a simple vista. Parecen laísmo pero no lo son los pronombres que usamos con verbos de influencia, esos que sirven para hacer que, amablemente o por la fuerza, alguien haga algo: animar, forzar, autorizar, incitar, mandar, invitar, exhortar, convencer, advertir, aconsejar… Son unos cuantos, ya que vivimos en una sociedad que pretende manejarnos a su antojo todo lo que puede y casi siempre sin que nos demos cuenta.
A las personas palurdas las obligas a encerrarse y las fuerzas a cambiar su manera de hablar.
Yo las incito a sentirse orgullosas de su singularidad lingüística, pero las aconsejaría que al escribir pusieran más cuidado.
Si el postizo te lo permite, podrás darte cuenta de que en los ejemplos anteriores el verbo de influencia se acompaña de otro verbo en infinitivo (encerrarse, cambiar, sentirse…) y de un complemento introducido por una preposición, que suele ser a, de o la conjunción que.
Tampoco incurrimos en laísmo, aunque alguien tan intransigente como tú sí podría creerlo, cuando manejamos verbos de afección psíquica. Estos expresan emociones y cambios de ánimo que alguien provoca en alguien: asustar, asombrar, sorprender, perjudicar, preocupar, ofender, impresionar, molestar, impedir, ofender, divertir… También son unos cuantos ya que, como animales sociales que somos, con frecuencia estamos sometidos a los diversos cambios de humor que implica relacionarse.
A esa población que tú consideras ignorante, la asustas con tu intransigencia y la ofendes con tus palabras. Sin duda, la perjudicas.
Yo la sorprendo con mi amor por sus peculiaridades y, tal vez, la divierta —y hasta la impresione— con este consultorio.
Gentes laístas, tranquilidad. Que si a Lala la molestáis o la ofendéis es asunto suyo, no vuestro.
Por otro lado, no son laístas esos la que añadimos a los verbos hacer y dejar cuando significan obligar o su mucho más amable permitir. Pero hace falta hacer un matiz, ya que esto solo es posible en oraciones que carecen de complemento directo. Veamos:
Lala, a la población laísta la haces callar y la haces avergonzarse.
Yo la dejo marchar y seguir tal como está.
De modo, desmoñada Lala, que es muy posible que al corregir ese falso laísmo con esos aires de superioridad incurras en el leísmo, que no es otra cosa que usar le cuando hay que usar la. ¿Sería entonces una palurdez tuya? Y aprovecho para recordarte que existe también el falso leísmo, tan falso como tu pretendida cultura. Parece un error pero no lo es usarlo con el verbo ayudar, que admite tanto le como lo y la:
A esta gente la ayudo a mantener sus localismos, y a personas como tú las ayudo a reflexionar con mi consultorio.
Tampoco es leísmo echar mano de él en oraciones impersonales con el típico pronombre se.
A muchas como tú se les nota la falta de humildad.
Y tampoco lo es el llamado leísmo de cortesía, que se produce cuando hablamos de usted a una persona o a varias.
Señorita, le sugiero que se deje crecer el pelo y abandone los postizos.
Y ya para terminar, arrogante Lala, te diré que también hay un falso loísmo. Tú, que te las das de perfeccionista, quizás ignores que el complemento directo masculino del plural ha de sustituirse por los en lugar de por les, que sería lo lógico. Se considera no loísmo sino un rasgo más culto, mira por dónde. Y tú has soltado un terrible «yo les encerraba hasta que se corrigieran» que me pone los pelos de punta por diversas razones. ¿Habría que encerrarte a ti por leísta?
Como ves, equivocada Lala, las cosas de la lengua son ricas y variadas. No basta con saberse cuatro normas mal sabidas, y mucho menos hay que dárselas de lista cuando en realidad se es una ignorante arrogante como tú.
No solo te falta pelo para recogerte sino también empatía. Igual si te paras a pensar que no todo el mundo tiene las mismas oportunidades, te crecía el moño como a mí: natural y robusto. Tengo pelazo, sí, pero eso no hace que me sienta superior a otras personas que carecen de mi suerte. Y no señalo a nadie.