Cuando el siglo XX terminaba desafiándonos con su temido efecto 2000, trabajaba en una agencia maquetando páginas web. No había entonces mucha gente con preparación ni mucho menos experiencia en el desarrollo web porque tampoco había formación y no era fácil encontrar personas para ocupar puestos en un sector que estaba creciendo muy rápidamente.
Entrevistábamos entonces a jóvenes que la mayoría de las veces apenas conocían el lenguaje HTML, pero se manejaban más o menos con programas de los llamados WYSIWYG (What You See Is What You Get: «lo que ves es lo que obtienes») como Dreamweaver, que ofrecían la posibilidad de «colocar» visualmente los elementos de una página web y generar así el código necesario automáticamente.
El programa, desarrollado por la empresa Macromedia, apenas tenía unos dos años de vida y los resultados no nos acababan de convencer, puesto que lo que solían hacer los usuarios era trabajar en modo diseño generando automáticamente un código que por lo general era más complejo de lo necesario y más difícil de integrar en nuestros desarrollos. Rechazábamos por tanto a los aspirantes que usaban este programa, y contábamos solo con quienes sabían trabajar directamente con código, usando editores no WYSIWYG, como HomeSite —curiosamente otro programa de Macromedia, aunque inicialmente lo había desarrollado Allaire—, que era entonces nuestro editor de cabecera.
Escribíamos el código a mano, con las pocas ayudas que este editor nos ofrecía, y llegábamos a la locura de crear complejas tablas de datos bancarios (la incipiente banca de internet fue uno de nuestros principales clientes) picando celda a celda, pero rechazábamos generar código automático con programas WYSIWYG porque a la larga daban más problemas que ventajas.
Entonces las páginas eran muy sencillas, los usuarios se conectaban a través de módems de muy baja velocidad y controlar el peso de las web era muy importante, así como asegurar la compatibilidad entre los dos navegadores que entonces se disputaban el pastel, Netscape e Internet Explorer, y que tenían la fea costumbre de interpretar de forma muy diferente el mismo código. Pero las empresas querían contar con diseños modernos y atractivos para atraer a sus clientes y nosotros teníamos que forzar los lenguajes y la imaginación para conseguirlo.
Pero el año 2000 pasó y lo siguieron muchos más en los que la web ha evolucionado de una forma increíble, no solo por lo que ahora es capaz de ofrecernos, sino también por el desarrollo de los lenguajes implicados en su construcción y el grado de estandarización y normalización que han alcanzado y que permite que hoy resulte poco eficiente picar todo el código de un sitio web, y sea evidentemente más práctico y productivo trabajar con herramientas que integran los diferentes elementos de las complejas web actuales y gestionan los múltiples aspectos necesarios.
Dreamweaver —que pasó a ser de Adobe cuando en 2005 compró Macromedia, llevándose también el desarrollo de Flash, otra de las estrellas de internet hasta no hace mucho— es ahora una potente herramienta para el desarrollo de sitios web y simplifica el trabajo en aspectos imprescindibles en la actualidad como la creación de diseños adaptables. Hoy día se accede a la web con dispositivos de muy diferente tamaño y características y nuestros diseños deben adaptarse correctamente a todos ellos, por lo que es fundamental contar con herramientas que nos permitan controlar de forma fácil este aspecto, para evitar soluciones hoy impensables como las que usábamos hace veinte años, cuando diseñábamos a 800×600 píxeles y creábamos alrededor un marco negro (este sí la mar de adaptable) para los afortunados que tuvieran una mayor resolución.
Con programas como Dreamweaver tenemos una fácil gestión del modelo de objetos (DOM) de un documento web, podemos insertar con facilidad componentes multimedia, elementos de formulario con su correspondiente validación, así como definir comportamientos que facilitan la interactividad con el usuario. Por otra parte, el diseñador CSS de Dreamweaver nos permite dar formato de una forma rápida, fácil y visual, incluyendo toda la capacidad de animación que incorpora CSS3. La integración de librerías javascript como Bootstrap permiten el uso de diferentes componentes cuya compatibilidad ya ha sido suficientemente probada sin necesidad de desarrollarlos de nuevo. Paralelamente, el uso de otras librerías javascript como JQuery permiten abordar desarrollos más complejos, incluyendo la gestión de eventos de pantalla, dado que accedemos ya más a la web desde dispositivos móviles que de escritorio.
Todo esto, evidentemente, no nos exime de conocer al menos lo fundamental de los lenguajes HTML, CSS y Javascript, no solo para poder personalizar lo más posible nuestras páginas, sino también para poder crear diseños y funcionalidades más complejas, pero al contar con ayudas como las sugerencias de código y otras de las citadas herramientas, se agiliza mucho el desarrollo y permite una gestión integral del sitio web mucho más efectiva, así como que sin necesidad de saber desarrollar paso a paso complejas estructuras o interactividades podamos incorporarlas a nuestros sitios.
Por todo esto, veinte años después, ya no hablamos de herramientas wysiwyg rudimentarias, sino de auténticos entornos de desarrollo tanto para profesionales como para los que se inician en el diseño web, que nos permiten crear sitios con todas las características que los usuarios de hoy piden sin necesidad de emplear muchísimas horas ni crear complejos desarrollos.
Por cierto, el 1 de enero de 2000 muchos sitios web dieron la bienvenida a sus usuarios con la fecha de 1 de enero de ¡1900! Pero este 2019 que se asoma no nos traerá ya sorpresas de este tipo, porque la web ya es adulta y las herramientas con las que la desarrollamos, también. Solo nos queda, quizá como propósito para el nuevo año, aprender a sacarles el máximo partido. ¿Te apuntas?
Curso de Diseño HTML y CSS con Dreamweaver