Cómo escribir en orden

El Libro rojo de Cálamo y Cran

Una desorganizada poco desenvuelta

Mari Tilde, como unos desarreglos hormonales tengo quizás, pues algo inestable me noto desde hace tiempo, afectado veo mi estado de ánimo por esta terrible circunstancia que también mi mental organización implica. Y cada mes si estoy o no embarazada me angustia pensar, ya que ser madre en mis planes no entra. Estrictas medidas tomo, claro, pero en esta tan confusa situación todo es posible. Nada resuelve la ginecóloga, pues los anticonceptivos métodos que me receta servir no parecen para mi desregulación. Desesperada acudo a ti, mi último recurso eres.

 Lourdes Orden

Lourdes, hija, está claro que no sabes bien cómo escribir en orden. Vaya lío te traes… Tus hormonas son igual de caóticas que tu carta. No soy médica ni psiquiatra, de modo que no me siento capaz de aportar información nueva a tus desórdenes hormonales ni psíquicos, pero creo que puedo ayudarte.

Desarreglada Lourdes, te expresas igualito que un yoda: con construcciones envolventes, que es como se llama técnicamente el desorden en la escritura. Envolvente como la densa niebla de tu texto por el que es imposible avanzar de tan caótico como es.

Si quieres saber cómo escribir en orden para que tu texto se entienda a la primera, la respuesta es sencilla: hay que seguir una construcción lineal: primero ponemos el sujeto, luego el verbo y después los complementos directo, indirecto y circunstanciales que indican el tiempo, el lugar, el modo, etc. de la acción. No hace falta redactar siempre así, por supuesto; podemos cambiar la distribución. Pero hemos de hacerlo con intención y dentro de unos límites. No por despiste, que es lo que tú haces.

El orden envolvente nos invita a poner al principio de la oración lo que queremos destacar, ya que entendemos que lo importante siempre va al comienzo. Si escribes «unos desarreglos hormonales tengo» entiendo que esos desarreglos te tienen muy a maltraer porque es lo primero que escribes. Y no está mal que lo hagas. Pero no todo el campo es orégano, Lurditas, por lo que debes alternar los dos tipos de construcción, la lineal y la envolvente, para que leerte no sea una tortura. Algo así:  Unos desarreglos hormonales tengo pues me noto algo inestable desde hace tiempo. En la primera parte del enunciado acepto el desorden, vale, pero en la segunda todo tiene que estar al estilo de Marie Kondo, en su sitio: sujeto, me; verbo, noto; complemento directo, algo inestable y complemento circunstancial, desde hace tiempo.

El orden envolvente no es propio de los textos informativos como el tuyo sino más bien de los literarios y, sobre todo, de los poéticos. Tal vez haya una poeta reprimida, de ahí tu inestabilidad, bajo ese desorden hormonal y está pidiendo a gritos crear cientos de hipérbaton como el famosísimo de Gustavo Adolfo Bécquer:

Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polv
oveíase el arpa.

Además de desordenar oraciones enteras, tienes la costumbre de escribir el adjetivo delante del sustantivo: «terrible circunstancia», «mental organización», «estrictas medidas», «confusa situación», «anticonceptivos métodos» y «último recurso». Este está bien, ya que es una frase hecha, o sea algo que siempre se dice igual, pero los otros… De nuevo, poética Lourdes, al hacer esto aplicas un recurso literario a un texto que no lo requiere, algo que dota de un exceso de subjetividad y dramatismo a lo que dices. Porque el efecto que provoca el adjetivo antes del sustantivo, y no después, es de una carga emocional notable. Poco cuerda pareces con tanta emocionalidad además de con tanto caos interno. Recuerda, Lourdes, orden: sustantivo, adjetivo; sustantivo, adjetivo; sustantivo, adjetivo…

Creo que no está todo perdido, amiga, ya que por lo menos te libras del epíteto. Este recurso consiste en añadir delante del sustantivo un adjetivo innecesario que habla de una cualidad intrínseca del sustantivo, como pasa en cruel tortura, ociosas vacaciones, blanca nieve, inmenso cielo. Porque el adjetivo detrás restringe la calificación del nombre. Y si decimos, por ejemplo, miel dulce, así, con el adjetivo detrás, parce que hay miel que no es dulce y que nos referimos a la que sí lo es.

También detecto en ti la mala costumbre de empezar a escribir por la oración subordinada, que es la que tiene sentido gracias a la principal y no por sí sola. Dices, no muy bien dicho: «Como unos desarreglos hormonales tengo quizás, pues algo inestable me noto desde hace tiempo, afectado veo mi estado de ánimo por esta terrible circunstancia que también mi mental organización implica».

¿Lo ordenamos todo y desenvolvemos la construcción envolvente? ¡Vamos allá! Empezamos por la oración principal y seguimos por la subordinada:

Veo afectado mi estado de ánimo por una terrible circunstancia que también implica mi organización menta. Quizás tengo unos desarreglos hormonales, pues me noto algo inestable desde hace tiempo.

Continuamos despejando y quitando alguna palabrilla sobrante:

Me angustia pensar cada mes si estoy o no embarazada, ya que no entra en mis planes ser madre. Tomo medidas, claro, pero todo es posible en esta situación tan confusa. La ginecóloga no resuelve nada, pues los métodos anticonceptivos que me receta no parecen servir para mi desregulación. Acudo a ti desesperada, eres mi último recurso.

Inestable Lourdes, te propongo dos soluciones, a mi juicio compatibles. Una, que te acostumbres a redactar con orden; practica cada día y al final te saldrá solo. Otra, que hagas de la debilidad virtud y escribas poesía, mucha poesía. Y aquí sí: aquí déjate llevar por esa intensa emocionalidad que te embarga y que, quién sabe, quizás resulte muy fértil. Por cierto, cambia de anticonceptivos. Que los hijos, como los textos, hay que planificarlos.

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