Tal vez te gusta adornar tus textos con adjetivos calificativos como bueno, suave, feo, interesante, normal… Vale, bien. Pero has de saber que estos términos tienen su función, que no es rellenar sino informar. Quizás deberías aprender a usarlos con mesura y precisión.
Un sujeto muy subjetivo
Adorable Mari Tilde:
Tus fantásticas enseñanzas me han hecho amar la loable literatura, esa que aporta brillante luz en la tenebrosa oscuridad de nuestros tristes días. Con insondable agradecimiento escribo estas humildes palabras mientras albergo la honda esperanza de que sean respondidas por ti, sabia maestra. De no poder contestarme, pues tu agitada vida te lo impidiera, mi profunda satisfacción no se verá alterada ya que el mero hecho de escribirte estas sencillas líneas me provoca una alegre felicidad.
Álex Saltado
Álex: como ves mi vida no es tan agitada como imaginas, por lo que puedo responderte. Aprovecho para darte, además de las gracias por tus elogios, una de esas «fantásticas enseñanzas» que tanto ensalzas y que, tengo la impresión, estás pidiendo a gritos.
Porque… ¿no crees que abusas de los adjetivos? Quizás confundes la buena prosa con la floritura, defecto este que recarga los textos. Tantos adjetivos, catorce en concreto, ¿no te parecen demasiados para siete líneas de nada? A mí sí, y has de saber que dan un aire de subjetividad y exaltación a tu mensaje. Tal vez no quieras causar esa impresión.
Déjame que te recuerde que los adjetivos sirven para expresar características. Decimos que algo es grande, rápido, cuadrado, azul, maduro. Como ves, en estos casos el adjetivo indica rasgos más o menos objetivos como…
- Tamaño
- Velocidad
- Propiedad física
- Color
- Edad
Pero además, y este es el peligro porque entramos en el terreno de lo subjetivo, los adjetivos también expresan…
- Valoración
Y en esta tiendes a excederte. «Fantástico», «loable», «insondable» y todos los demás adjetivos que has escrito –entre los que incluyo ese «sabia» que me has encasquetado– son apreciaciones personales, una opinión. Que está bien que me la cuentes, no digo que no, pero que… Bueno, que no uses tantos porque dotan al texto de cierta cursilería, de exageración y caricatura. Y tú lo que quieres es añadir cultura y belleza, me da la impresión.
Por tanto, escoge solo los adjetivos que de verdad aporten algo. ¿Puede la luz no ser brillante, la oscuridad no resultar tenebrosa, ni alegre la felicidad? Raras veces. Entonces no necesitas esos adjetivos. ¿Y qué me dices de lo excesivo de tus «insondable agradecimiento», «honda esperanza» y «sabia maestra»? ¿Y de los tópicos «humildes palabras», «mero hecho» y «sencillas líneas»? Austeridad, Álex, aus-te-ri-dad. De ella se nutre la elegancia.
Por otro lado, quizás te venga bien saber que no es lo mismo escribir el adjetivo delante del sustantivo que detrás. En el primer caso, destaca un rasgo que entendemos característico de lo que nombra el sustantivo: blanca nieve, caluroso verano, apreciado amigo, duro cemento… Si ese rasgo es inherente, ¿para qué añadirlo? Puede que para darle importancia, razón más que suficiente para dosificarlo y no redactar textos en los que toooodo adquiere mucha importancia. Por su parte, cuando escribimos el adjetivo detrás estamos destacando una característica que no suele poseer aquello de lo que hablamos: nieve roja, verano frío, amigo odiado, cemento vaporoso. En este caso sí que son expresivos y, por tanto sorprendentes y útiles, los adjetivos. No digo nada de «tristes días» porque ese adjetivo delante del sustantivo me hace pensar que todos tus días son tristes, y ahora no quiero meterme en camisas de once varas.
Lo que sí voy a hacer es eliminar los calificativos de tu texto para que veas cuánto mejora.
Tus enseñanzas me han hecho amar la literatura, esa que aporta luz en nuestros días. Con agradecimiento escribo estas palabras mientras albergo la esperanza de que sean respondidas por ti, maestra. De no poder contestarme, pues tu vida te lo impidiera, mi satisfacción no se verá alterada ya que el hecho de escribirte estas líneas me provoca felicidad.
Todavía le encuentro bastante afectación, pero algo hemos ganado. Lo de «adorable Mari Tilde» lo mantenemos porque… porque no hace falta quitar todos los adjetivos.
De modo que, Álex, tal vez tu vida sea intensa y dramática pero no por eso ha de serlo también tu redacción. Cuando escribas, practica la mesura y quizás tu día a día acabe contagiado de cierto equilibro que te va a venir que ni pintado.
