Tampoco recuerdo bien la euforia al escribir la palabra «fin». Pero sí recuerdo la satisfacción y también la incertidumbre. Y mi historia era buena, lo sabía y confié. Me dejé aconsejar por unos cuantos amigos de los que te dicen la verdad y sí, me animé a publicarla de alguna manera. Uno hasta me echó una primera mano directa con una editorial, porque ya se sabe que hay que tener colegas hasta en el infierno.
Por eso terminé aquella historia también. Existía una puerta, pero podía haber más, quizás infinitas en estos mundos virtuales por los que nos movemos ahora. Pero ¿quiénes podían haber detrás? ¿Tal vez ese infierno? O quizás demasiados o nadie, o poco claros y engañosos. El paseo resultó ser una carrera de fondo donde hay que armarse de paciencia y estar atentos, porque lo que sí te puedes encontrar son fantasmas.
Mariola Díaz-Cano Arévalo
¿Cómo definirías la búsqueda de editorial por un autor?
R: Como he escrito antes: una carrera de fondo donde hay que prestar atención a varios vericuetos en el camino. El mundo editorial ha cambiado muchísimo y ahora hay mil lugares a los que acudir, pero también somos miles los autores. Supongo que siempre hay un roto para un descosido y eso funciona ahora perfectamente en la Red. Pero lo que no ha cambiado es que hay que seguir echándole tiempo.
¿Crees que hay suficiente transparencia en este mundillo?
R: No, creo que no, o por lo menos, para los más profanos en él, resulta toda una aventura sobre todo lidiar con los varios tipos de editoriales: tradicionales, las de servicios de edición o las plataformas de autopublicación donde, pese a los pasos detallados, los foros y correos de ayuda, no tienes a nadie delante para aspectos desde técnicos a legales.
¿Cuál ha sido la situación más rocambolesca en la que te has visto envuelta?
R: Ha habido unas cuantas, sobre todo con los correos electrónicos cruzados con editores (o responsables correspondientes de tratar con el autor cuando has logrado su interés y obtenido respuesta positiva). Pero en especial hubo una con una editorial cuyo principal responsable utilizaba los servicios de una sociedad cooperativa de trabajo (facturar mediante terceros) como si fueran ellos la editorial. No se me olvida la perplejidad de la abogada de la sociedad al leer el contrato enviado que le llevé porque yo había ido a esa dirección física que aparecía en él a preguntar unas dudas. Y, sin embargo, en la web de la editorial aparecía una dirección en Cataluña pero tenían su marca registrada en Londres. Esta sociedad cortó el trato inmediatamente con ese editor. No obstante, ahora mismo la web de su editorial sigue funcionando.
¿Es fácil entender los términos en los que te ofrecen los contratos?
R: Los servicios editoriales sí suelen dejar claro qué servicios ofrecen y el precio de cada uno. Y las editoriales tradicionales también. Pero no es fácil seguir la redacción de esos contratos.
¿Qué es lo que no suele quedar tan claro?
R: Los contratos de autopublicación. Por ejemplo, la redacción con un lenguaje muy legalista, la fórmula son plantillas cerradas en las que hay cláusulas que te afectan y otras no, pero están en el modelo. Ocurre en menor medida también en las ediciones tradicionales. La redacción en general debería tener un equilibrio entre ese lenguaje legal y el más entendible para el profano.
¿La dificultad se debe a un problema en la comunicación?
R: La comunicación entre estas empresas y sus autores en potencia puede mejorarse. Cuesta encontrar una respuesta directa, suelen irse por las ramas o abrumar con términos legales y fiscales que no siempre están bien utilizados o son claros. Cuando has intentado publicar con varias y ya has pasado muchas veces por este tipo de situaciones te das cuentas de que lo mejor es hacer preguntas concretas y aun así no consigues la información. Hay algunos que consiguen enterrarte en explicaciones.
¿Llegaste a agotar la paciencia de alguno con tus preguntas?
R: «Siempre podríamos editar a autores muertos que no se dedicarían a poner palos en la rueda». Esas fueron algunas de las palabras del individuo anteriormente mencionado ante mis correos comentándole lo que había descubierto sobre ellos. No digo más y lo digo todo.
¿Cuál es tu conclusión como escritora?
Que, pese a todo, esa carrera de fondo puede tener recompensa cuando menos te lo esperas, como me ocurrió a mí. Pero se debe ser constante. Llamar, preguntar y volver a llamar y preguntar todo lo que no se entienda o no se vea claro. Y la autopublicación o por lo menos con la autoedición de tus novelas ya tienes medio camino hecho.
Si te sientes o te has sentido identificado con el caso de Mariola quizá te interese nuestro curso de Autopublicación.
Cursos relacionados:
Cursos de Edición