Qué es la corrección profesional

El Libro rojo de Cálamo y Cran

Corrección profesional, corrección ortotipográfica, corrección de pruebas

En mi trabajo diario, es muy habitual que los alumnos me pregunten por qué tenemos en Cálamo&Cran dos cursos diferentes de corrección o por qué uno se llama «corrección profesional» y otro «corrección de estilo», como si esta última corrección no estuviera hecha también por profesionales de la corrección (nada más lejos de la realidad).

Cuando nos acercamos al vocabulario editorial nos encontramos muchas veces con que hay expresiones que se utilizan para referirse a realidades diferentes o que hay diferentes expresiones para hablar de la misma realidad; por ejemplo, es paradójico ver cómo algunos libros llevan en el título expresiones como «libro de estilo» o «manual de estilo» y no hablan nada de corrección de estilo. Así que, muchas veces, lo primero que tenemos que hacer es ponernos de acuerdo en la denominación de ciertos trabajos.

La corrección que tratamos extensamente en nuestro curso de Corrección profesional se conoce por varios nombres: corrección de primeras pruebas, simplemente como corrección de pruebas, corrección ortotipográfica (que es solo una parte de ella) o, más románticamente, corrección de galeradas. Así que, de forma práctica, nosotros nos referimos a ella en este curso directamente como «Corrección profesional».

Después de hacer una buena corrección de estilo, todo nos puede hacer pensar que el texto estará casi casi perfecto; si ya hemos conseguido que se entienda, qué más podemos pedir. Sin embargo, esto no es así, lo normal es que hayan quedado escondidas bastantes erratas, algunos errores ortográficos y gramaticales escurridizos que han sabido zafarse de nosotros mientras buscábamos estructuración y expresividad y, además, hay que maquetar el texto que tenemos en bruto, con la consecuente posibilidad de introducir nuevos errores. Eso sin contar con que hay trabajos editoriales, en mi opinión poco profesionales, en los que, incomprensiblemente, no se hace corrección de estilo, con la consiguiente abundancia de errores.

A mí me gusta pensar que todos los textos que leemos deben tener un poco de magia. Cuando nos acercamos a ellos, hay muchas realidades que percibimos instintivamente sin reflexionar y que hacen que el texto sea más claro, más cómodo y más amable. Si nos encontramos una negrita, ya sabemos que eso es algo importante por alguna razón, si vemos una cursiva, pensamos que puede ser algo en otro idioma, aunque no conozcamos ese idioma, una mayúscula nos hace distinguir si estamos ante un estado de euforia desmedida o ante el implacable manto administrativo del Estado, si estudiamos el poder de la Iglesia o si vamos a visitar una iglesia románica.

Hay muchas cuestiones de este tipo, realidades que surgen espontáneamente con sentido y significado ante nuestros ojos, pero que si estamos ante una redacción descuidada nos pueden generar confusión y desatino. Podemos ver palabras con guion y sin él, numeraciones en cifra y en letra, palabras de doble acentuación que se presentan indistintamente sin aparente coherencia… Para que todo esté en su sitio y en orden, hay que intervenir, y esa intervención se encarga a un ejército de duendes silenciosos que observan, leen detenidamente, analizan, clasifican y ordenan. Todo esto y mucho más se hace en la corrección de pruebas.

Para una correcta lectura y comprensión de un texto, no basta con que se entienda, también tiene que estar limpio, claro y ordenado, no debe tener ambigüedades, caminos ocultos ni borrones, debemos percibir el valor de cada palabra de forma inmediata.

Imagina qué tediosa lectura sería aquella en la que tenemos que parar continuamente para preguntarnos qué valor tiene cada palabra en un texto: ¿qué significa esta cursiva?, ¿por qué esta palabra está en un color diferente?, ¿qué tipo de letra es esta que parece una mayúscula pero es mucho más pequeña?, ¿por qué no llego a entender si en esta bibliografía me están hablando de un libro o de un artículo de revista?, aquí parece que falta un subepígrafe, pero no estoy seguro, ¿este pie de foto tiene que ver algo con su fotografía?… y así infinidad de cuestiones que detectamos los correctores profesionales y solucionamos convenientemente para que se disfrute del texto. Los ojos entrenados de la lectura de corrección profesional identifican cuándo no está todo en su sitio y extienden lazos sobre las páginas para que todo esté atado y en su lugar.

Durante todo este proceso, los correctores reflexionamos continuamente. Para corregir galeradas hay que ser batalladores, buscarnos problemas antes de que surjan, interpretar los libros de estilo de las editoriales (si tenemos la suerte de contar con ellos) y tomar decisiones para que, de forma pausada y silenciosa, podamos leer todo nítidamente y situado congruentemente.

Volvamos al principio, ¿después de la corrección de estilo está todo perfecto?, ya hemos visto que no. Y, después de la corrección de primeras pruebas ¿lo estará?, puede que sí y puede que no. Por eso los correctores profesionales volvemos a abrazar los textos tras las primeras pruebas para hacer segundas pruebas y sucesivas si fueran necesarias, hasta donde correctores y editores podamos controlar nuestro trastorno obsesivo por intentar que todo quede perfecto.

«Errar es humano, pero perseverar en el error es diabólico»… y aquí estamos preparadas las huestes de correctores profesionales disfrutando de la lucha contra los intereses de Titivillus.

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Cursos de Corrección de Cálamo y Cran. Prácticums de corrección para profesionales del lenguaje
Alfonso Ruiz

Alfonso Ruiz

Coordinador y tutor online Desde el año 2002, es tutor de los cursos de corrección y el curso de Ortografía y Gramática y, hasta ahora, ha supervisado a más de 5.000 alumnos. También, desde 2007, se encarga de la coordinación completa de todos los cursos de la plataforma online de Cálamo&Cran.

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