Literalmente, litirilminti

El Libro rojo de Cálamo y Cran

Sí, «litirilminti» con i de «ñiñiñiñi». Porque ya está bien de tanto «literalmente» por aquí, «literalmente» por allá. Latiguillo este que, como los adverbios también multiuso «básicamente» y «obviamente», arruinan cualquier texto o comunicación oral. Por varias razones.

  • Una: los adverbios los carga el diablo, por lo que hay que manejarlos con cuidado. No solo son largos, característica que no aporta ninguna ventaja a un discurso hablado o escrito, sino que además generan rimas internas. Esos finales en «mente», clónicos en tantísimos términos, solo pueden traernos disgustos cuando escribimos, leemos o escuchamos.
  • Dos: no hace falta soltar un «literalmente» en la mayoría de los casos en los que nos entran las ganas de hacerlo. La razón es que debemos precisar que algo es literal solo cuando existe la posibilidad de que se entienda en sentido figurado. Si yo anuncio:

Gastó toda su fortuna.
Me caí de la risa.
Tras el partido, tiramos la toalla.

Cabe la posibilidad de que estas afirmaciones sean exageraciones o frases hechas que no contienen una verdad literal. Por lo que en esos casos, y para evitar ambigüedades, sí conviene aclarar que lo que digo es tal y como sucedió. En esas circunstancias, un «literalmente» encajaría… aunque no es obligatorio utilizarlo. Podemos alternarlo con otros adverbios menos manidos o redactar de un modo que dé a entender que no hablamos en sentido figurado:

Gastó toda su fortuna. To-da.
Me caí de la risa, literalmente.
Tras el partido tiramos la asquerosa toalla sudada al contenedor.

Porque, ¿qué sentido tiene añadir ese sobrante adverbio en expresiones como estas?

Me encontré con Juan
Entró riendo en la habitación
Al salir cerramos la puerta

Todos ellos son enunciados que no admiten un sentido figurado, por lo que no necesitan ese «literalmente» ubicuo… que tantos insisten en añadir en oraciones que no lo requieren. Fíjate:

Me encontré literalmente a Juan*
Entró riendo en la habitación, literalmente*
Literalmente cerramos la puerta al salir*

¿Cómo se cae uno al suelo, entra riendo en cualquier lugar o cierra la puerta al salir… en sentido figurado?

  • Tres: como se ha convertido en un latiguillo, usamos «literalmente» despojado de su verdadero sentido. Y llegamos a elaborar contenidos tan absurdos como:

Se puso como una vaca, literalmente*
Literalmente, estaba hecho polvo*
Nos tomaron, literalmente, el pelo*

Y como tuiteó hace un tiempo la portavoz del Ayuntamiento madrileño Begoña Viñacís:

«La gente se siente literalmente ordeñada en Madrid»*

Me perturba imaginarnos a mí y a mis amigas siendo estrujadas a la altura de los pectorales…

  • Cuatro: García Márquez odiaba tanto los adverbios que se propuso eliminarlos de su escritura. En Crónica de una muerte anunciada hay uno. Y si los buscas en Amor en los tiempos del cólera no los encontrarás; no hay ni un solo adverbio. Litirilminti.

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Profesora de Redacción Amo las palabras y todo lo que se puede hacer con ellas: escribirlas, leerlas, corregirlas, enseñarlas, inventarlas, paladearlas…

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