O cómo escribir sin redundancias
Estoy desmotivada, Mari Tilde. Soy una funcionaria pública y mi vida es reiteradamente repetitiva. No hay en ella sorpresas inesperadas, y me aburro hasta tal punto que a veces me veo anhelando accidentes imprevistos. Como el pasado fin de semana, que en pleno vuelo aéreo rumbo a Albacete fantaseé con una catástrofe terrible. Carezco de planes de futuro inspiradores y temo que mi destino final sea una jubilación tediosa sin ninguna complacencia por los resultados obtenidos en mi vida. ¿Crees que se me pasará o debería pedir cita con el psiquiatra de la Seguridad Social?
Dora Rey Teradora
Claro que deberías pedir cita con el psiquiatra, Dora querida, pero hasta que te encuentres con el profesional de la psique humana, sigue mi consejo: no seas tan redundante… y a lo mejor se te pasa ese aburrimiento. ¿Cómo no te va a parecer repetitiva tu vida si no haces más que decir dos veces lo mismo pero con otras palabras?
Para empezar: «funcionaria pública». Toda funcionaria es pública, igual que toda repetición es reiterada. ¿Y qué pasa con las sorpresas? Que si no son inesperadas no son sorpresas. Su naturaleza consiste justamente en eso, en que no contamos con ellas. También te reiteras en las líneas siguientes que has escrito, pues los accidentes nunca se prevén y las catástrofes son siempre terribles. Por otro lado, Dora repetidora, no has caído en la cuenta de que los planes, como los proyectos, siempre se realizan para el futuro, por lo que es redundante ese «planes de futuro» que veo en tu lamento. ¿Y qué me dices de los destinos?, ¿alguno es intermedio? No, mujer, los destinos son un final, una meta, un punto de llegada: la RAE lo dice claramente. Del mismo modo que los resultados, por ser efectos o consecuencias, todas las veces son obtenidos.
Por tanto, déjame que corrija un poquito lo que has escrito para quitarle todas esas reiteraciones:
Soy una funcionaria pública y mi vida es reiteradamente repetitiva. No hay en ella sorpresas inesperadas, y me aburro hasta tal punto que a veces me veo anhelando accidentes imprevistos. Como el pasado fin de semana, que en pleno vuelo aéreo rumbo a Albacete fantaseé con una catástrofe terrible. Carezco de planes de futuro inspiradores y temo que mi destino final sea una jubilación tediosa sin ninguna complacencia por los resultados obtenidos en de mi vida. ¿Debería pedir cita con el psiquiatra de la Seguridad Social?
De manera que, antes de que el especialista te infle a pastillas con algún que otro efecto secundario, fíjate en cómo hablas y escribes y elimina de tu estilo esas redundancias tan plomizas. Igual la vida te sorprende con su maravillosa ligereza. Por cierto, ¿no se te ha ocurrido pasar el fin de semana en un lugar algo más entretenido que Albacete? Que sí, que tiene muy buenas tapas, pero existiendo Sevilla, San Sebastián, Ibiza…
Mari Tilde
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